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Arquitectos: Cristina Iglesias
- Año: 2012
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Fotografías:Cristina Iglesias
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Encuentro cada vez el camino a lo largo de la carretera desde Belo Horizonte a Inhotim, en Minas Gerais, profundamente conmovedor. Como conducíamos a través de las aldeas a Brumadinho junto a las vías del tren que llevan el metal de las minas, todo parecía estar cubierto de un polvo rojizo ferroso que le daba todo el aspecto de una fotografía sepia envejecida. Me di cuenta de varios garajes donde se estaban reparando automóviles en mal estado, y de las heridas abiertas en las laderas de las montañas entre la vegetación exuberante y salvaje. Yo tenía esas imágenes en la mente cuando entré en el jardín. De repente, como si de un oasis perfecto después de todos esos caminos tortuosos, vimos Inhotim: un laboratorio para la botánica y el arte, un lugar destinado a fomentar la educación y el debate.
Esa experiencia inicial aportó a la idea básica del proyecto. Buscamos un lugar que fuera salvaje, pero no muy lejos del jardín. Imaginé una habitación en el bosque cercana al jardín más ordenado, generando así un nuevo camino hacia una de las zonas de vegetación en Inhotim que actúa como un recordatorio de la selva original.
He construido una sala de vegetación sin techo, abierta al cielo en medio de la selva, con paredes de acero inoxidable que reflejan la naturaleza que lo rodea y por lo tanto desaparecen, como si se camuflaran. Se dispone de cuatro entradas, una en cada lado. Cada puerta se abre a un espacio con invitación a pequeños rincones y grietas
dentro de otros espacios internos, donde el visitante puede asomarse, pero no entrar. Las paredes son un conjunto ficticio vegetal con un motivo repetido que poco a poco muta de un espacio a otro, casi imperceptiblemente multiplicando detalles.
No es posible acceder de un espacio al otro cuando se está en el interior de la estructura. Tienes que salir de la escultura en cuyas paredes exteriores se refleja el entorno con el fin de encontrar otra forma de entrar. Al entrar desde otro lado, lo que se experimenta es muy similar a lo que acabas de dejar. A pesar de oír el murmullo del agua que corre, es sólo cuando entras por la puerta más oculta por la maleza que está dirigida al corazón del laberinto donde, bajo un piso de malla metálica, el agua forma un remolino.